jueves, 24 de noviembre de 2011

La cultura del deseo


“La ciudad y el deseo
Guía gay de Buenos Aires”
De Julián Gorodischer
Fotografías de Sebastián Freire
Editorial Sudamericana. Narrativa Argentina
2011, 216 p. $ 65

El nuevo libro de crónicas de Julián Gorodischer es una descripción de sentimientos amorosos y sexuales, con la coartada de una excursión por Buenos Aires.

Por Gabriela Riera
Un recorrido escogido de forma selecta por bares, calles y otros lugares públicos, con un mismo denominador: rozarnos con la cultura gay porteña, es la invitación de la novela “La ciudad y el deseo. Guía gay de Buenos Aires” de Julián Gorodischer. Pero no se queda solamente en eso, sino que nos propone conocer reglas de convivencia, engaños, disgustos, placeres, alegrías, encuentros sociales y sexuales de la comunidad, porque quizás, como lo define su autor: “Lo que hacemos es lo que define en lo que nos convertimos, mezcla de voluntad y genética”.
Escrito desde “adentro” de la homosexualidad, románticos incurables se transforman en borrachos irresponsables bajo los recuerdos de acusaciones paternas en excursiones por “Alimentos Salgado”, el “Faena Hotel”, Marcelo T. de Alvear, la Línea Sarmiento, o el Hipódromo o la Plaza Dorrego de San Telmo, por nombrar sólo algunos.
Un escritor frustrado que reflexiona sobre un cambio de vida, será nuestro guía turístico: “A medida que me acerco a los cuarenta, sin haber conseguido los objetivos que me había propuesto, sin haber alcanzado la creatividad, me siento oscuro, mediocre, como si mi destino no fuera culpa mía; me faltan el ingenio y el valor para ajustar mis crónicas a temas que no carezcan de importancia”.
En este camino por lugares de encuentro “las expectativas de encontrar el amor siguen intactas”, pero translucen la atracción meramente física, el culto al cuidado estético: “la piel pálida y las panzas cerveceras no compiten con los esculturales torsos pero insistimos en forzar la sensación de juventud y vitalidad obligatorias”. En algún caso hasta incluyen violencia y repulsión; confesiones de humillación y vergüenza inculcadas por la familia, que terminan en pozos depresivos; autocompasión y victimización.
El catálogo de personajes recorre todas las posibilidades de parejas y relaciones: violentos, afeminados, maricas, travestis, explotadores, abusadores, tríos, parejas estables que buscan procrear y educar hijos, jóvenes, maduros, matrimonios psíquicos,  todos definidos como “rarezas humanas”, que también incluyen sentimientos contradictorios y capacidades amorosas.
No falta el desprecio hacia las vecinas “muy bien puestas” y los “machos alfas”; las clases sociales y sus diferencias en las relaciones homosexuales que también son recorridas geográficamente.
El consumo de alcohol se mezcla con la diversión y anticipa los encuentros sexuales que, deliberadamente promiscuos y casuales, se van profundizando en el relato. Al principio se insinúan, pero luego son plenamente descriptivos, con sus secreciones, vapores y texturas. El autor define: “El sexo, menos como tema que como una potencia narrativa que se manifieste en la prosa”.
La jerga del lenguaje, y los relatos íntimos nos muestran un mundo definido que puede ser un descubrimiento para el que no lo frecuenta y quizás obvio para el que lo conoce.
Por momentos, el libro termina siendo un resumen de encuentros sexuales, territorialmente descriptos, que incluye reflexiones filosóficas y de género y, también por momentos, algunos hechos se transforman en frases hechas y cursis, con un final sorpresivo, que no elude el golpe bajo.
Merecen un comentario las fotografías en blanco y negro de Sebastián Freire distribuidas en varias páginas y al principio de cada capítulo, por su cantidad y su erotismo que, sin embargo, no siguen un guión o relato, sino la pura y simple muestra de la sensualidad de los cuerpos masculinos.
Sobre el subtítulo, “guía gay de Buenos Aires”, podríamos decir que desvía la atención hacia una veta comercial que no está del todo plasmada en el libro, y que podría menospreciar la descripción de los usos y costumbres de un grupo social que se define con pericia en el texto, por género y por sus gustos sexuales.

Sobre el autor: Julián Gorodischer, trabajó como periodista en varios medios nacionales, luego de graduarse en periodismo y literatura en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es editor jefe de la revista de cultura Ñ, editada por el Diario Clarín. Entre otros es autor de “La ruta del beso” (2007), libro del año según la revista Rolling Stone, y “Orden de compra. Diarios de un consumidor compulsivo” (2010).

jueves, 10 de noviembre de 2011

Medina, yo y mi otro yo. Sobre "En los márgenes" de Ignacio Molina

 Por Cocó Muro
  

                                                                                                                                                                                            

En los márgenes
Ignacio Molina
Editorial 17 grises. 96 páginas
$40

Durante una fiesta de casamiento en el Tigre, un lector le comenta al protagonista escritor de En los márgenes -Medina- que leyó su libro, que tuvo ganas de matarlo hasta la página 30, pero que después lo entendió. Casualmente (o no) este diálogo se da a la altura de la página 29 del libro de Molina, e inmediatamente en la siguiente, el mismo lector le pregunta intrigado a Medina: “¿Pero vos sos así?”.
Ignacio Molina se siente cómodo en el campo de lo cotidiano desde donde desdibuja el límite entre lo biográfico y lo ficticio, porque a fin de cuentas, y citando a Juan Forn, «de eso se trata la literatura: de dar a las cosas el nombre que uno cree que tienen».
En los márgenes, quinto libro de Molina después de Los estantes vacíos (cuentos, 2006), Viajemos en subte a China (poesía, 2009), Tribus urbanas (ensayo, 2009) y Los modos de ganarse la vida (novela, 2010),  se compone de una serie de textos seleccionados de su blog Unidad Funcional en el que el autor, expuesto en un yo explícito, hace entrega de polaroids repletas de sueños, miedos y ambiciones; la infancia en Bahía Blanca y su cotideaniedad como padre de Fausto y como escritor que recibe críticas y elogios.

El autor reconoce, en una entrevista al diario Crónica, que muchos de sus textos fueron escritos para ser publicados en su blog y que «tal vez el hecho de no ser pensados como literatura con mayúsculas (algo que nunca debería hacerse) haga que se lean de otra manera. Un amigo me dijo que si yo fuera una banda, En los márgenes sería como un disco de rarezas dentro de mi obra. Me gustó eso».
Pero cuando el relato viaja del blog hasta el libro ya no es Ignacio Molina quien nos habla, sino “Medina”, al cual le preguntan si su nombre de pila va con H, como el Horacio Olivera de Cortázar, que se anima a cambiar de lugar sus iniciales en una suerte de juego apelativo para disfrazar de parodia su propia identidad.

Medina divaga por Buenos Aires, se reconoce parte de la “última generación viva con recuerdos de los años de tiranía militar” y nos presta ejes de identificación y posibles puntos de referencia. Cruza datos, expone sus pensamientos de libre asociación y manifiesta emociones para configurar su propia identidad como escritor, padre separado, niño herido y pasajero del 39.
Cuando en uno de los pasajes del libro se pregunta cuál es “la literatura que se mueve en los márgenes” reconoce no saberlo, observa unos obreros trabajando y ensaya una respuesta: “eso es moverse en los márgenes, pienso: trabajar a la intemperie, en el borde la cornisa, a las siete de la mañana un día lluvioso”.
Medina sueña mucho y lo relata – incluso cierra la crónica sobre el nacimiento de su hijo “Flavio” deslizando la posibilidad de que todo podría haber sido parte de un sueño -, y en cada relato sobrevuela la nostalgia: “la certeza de que ya nada, nunca más, volverá a ser como antes”.

Sueña mucho y no es difícil imaginarlo: en “Miedo a la oscuridad”, “La fuga” y “De cómo casi me hago millonario”, Medina se la pasa en pijama.
En “Continuidad de los kioscos”, es Molina quien pone a prueba el concepto de metaliteratura, un discurso que trata casi sobre sí mismo al narrar que se narra y poniendo en evidencia sus condiciones de producción, tal como lo hace a lo largo de todo el libro. Desde el título remite al relato circular de “Continuidad de los parques” de – otra vez – Cortázar, pero en clave tragicómica y circunscripta a la situación urbana del «voy al kiosco y vuelvo», con la excepción de que el protagonista de la historia tiene ciertas dificultades para cumplir con la segunda parte del cometido.
¿El afán por escribir proviene de creer que lo que nos pasa y lo que pensamos es significativo e interesante, o es que acaso lo que nos pasa y lo que pensamos deviene significativo e interesante porque lo escribimos?
Molina (y no “Medina”) logra que se vuelva significativo e interesante usando la primera persona, estilo cuestionado y emparentado con la nueva narrativa, y con el mismo tono bloguer de donde proviene.
La hipótesis se confirma: no es lo que contamos, sino cómo lo contamos; Molina lo hace extrovertido desde la intemperie, en los márgenes.

lunes, 7 de noviembre de 2011

El escritor y sus fantasmas. Sobre "Formas de volver a casa" de Alejandro Zambra

Alejandro Zambra ensaya, a partir de un relato dentro del relato, una manera personal e íntima de regresar sobre su pasado y, desde ahí, al pasado reciente chileno. Formas de volver a casa, la tercera novela del autor trasandino, es una vuelta a los recuerdos -aquellos que parecen insignificantes- para hilvanar, desde un costado secundario, una forma de abordaje de la historia y de la narrativa.

Por Martín Massa
En la primera página dos epígrafes revelan la intención. Uno de Romain Gary: “En lugar de gritar escribo libros”. Otro de Walter Benjamin: “Ahora sé caminar; no podré aprender nunca más”. Cada uno de estos autores construyó un relato (La Promesa del Alba
e Infancia en Berlín hacia 1900, respectivamente) en la adultez que escarba en los recuerdos e impresiones de sus infancias para entender los giros y cambios que se sucedían en Europa. De algún modo volvían a sus primeros años para leer en los contrastes.
Alejandro Zambra parece construir con el mismo propósito Formas de volver a casa, su tercera novela. En un ritmo de dos por cuatro (dos historias en cuatro partes), vuelve -con nostalgia y desde distintos lugares y momentos- a esos recuerdos, a esa casa, para cuestionar el pasado y el presente en clave histórica.
Las cuatro partes del libro conforman un todo que juega en espejo, donde Zambra expone, parafraseando a Jitrik, la imposibilidad de unir los planos de la experiencia literaria y la experiencia vital. Esos planos terminan configurando las dos historias que componen la obra: Una novela que nos habla de la dictadura pinochetista a partir de una familia con un papel secundario, y el diario que revela los vaivenes en el proceso de escritura y de vida del autor de esa novela.
La primera historia es un relato en primera persona que narra el regreso a la infancia para “iluminar algunos rincones, los rincones donde estábamos” y, desde allí, emprender un regreso inquietante. “Yo pensaba que tal vez había cierto tipo de suciedad que simplemente yo no distinguía, que cuando grande quizás vería capas de polvo donde ahora no veía más que el piso encerado y maderas lustrosas”. A partir del terremoto de 1985 (“Confusamente intuía que ése era el dolor verdadero”) va echando luz sobre los recuerdos para encontrar esos rincones. El  protagonista, de nueve años en ese momento, conoce a Claudia la noche del terremoto. Ella es una vecina que lo sigue en sus largas caminatas y le pide un extraño favor: que le haga de espía. La historia, mínima, le sirve de excusa. Desde el lugar de personaje secundario -ya que la novela está reservada para los adultos-, y desde la ingenuidad, da cuenta de un cuadro de situación, de miedo inminente, y de los roles: “Mi papá no es nada, respondí con seguridad”. El reencuentro de los personajes “secundarios” veinte años después termina de cerrar una vuelta a casa inquisidora y dispuesta a matar una imagen que, con la distancia, parece estar más clara: el supuesto lugar neutral de su familia durante la época de Pinochet. “Todos estaban metidos en política, mamá. Usted también. Ustedes. Al no participar apoyaban a la dictadura”.

martes, 1 de noviembre de 2011

Desmanes del periodismo cultural. Sobre la mesa debate "Rocky vs Drago. Suplementos Culturales y Proyectos Alternativos".

Por Mariel Breuer

El martes  11 de octubre se presentó en la sede porteña de la Universidad Nacional de La Plata el ciclo “¿Rocky vs Drago? Suplementos culturales y proyectos alternativos.” Dos mesas de debate integradas por alumnos de la Especialización en Periodismo Cultural tuvieron lugar esa tarde, en la que se hizo un repaso por los medios masivos e independientes que difunden las noticias de cultura.

El periodismo pierde peso frente a una  población mundial que, de la mano de las redes sociales,  se convierte en algún tipo de medio de comunicación. Lo que aún no entra en crisis es la exigencia de la responsabilidad del periodismo, aunque no siempre se lleve a la práctica. Muy distinto es lo que se le exige al “nn” que postea compulsivamente; que no suele ser más que algo de sensacionalismo. En este contexto que rompe barreras geográficas, el periodismo cultural genera una serie de debates que mantienen vigencia desde al menos los años ‘90.
Algunos de los cuestionamientos más escuchados insisten sobre la pregunta sobre qué es cultura, qué temas deben atender las revistas culturales, cómo el criterio editorial del medio segmenta al público lector, cuáles son las diferencias entre alta y baja cultura; los favoritismos y los compromisos. En este mismo marco nacen o emergen una cantidad considerable de medios alternativos e independientes. El objetivo que buscan es el de mostrar una mirada propia no influenciada por aspectos externos a la labor (o mejor dicho a la vocación) periodística.
El primer momento del ciclo nos llevó hacia un análisis de los suplementos culturales de más rotación en el país. Ellos pertenecen a tres de los diarios argentinos de mayor alcance: ADN de diario La Nación, Ñ de diario Clarín y Radar del diario Página 12. El grupo de disertantes conformado por los periodistas Gabriela Riera, Fabián Bernal y  Eduardo Guzmán moderados por el  Lic. Martín Massa, utilizan una pregunta clave para definir la función de estos suplementos: ¿Periodismo o  marketing cultural? En ésta pregunta  se esconde una intención tendenciosa que se confirmó a lo largo de la exposición de los integrantes. El análisis del contenido de cada revista fue profundo y comprometido aunque bañado por una cierta negatividad con respecto a la tarea de ADN y Ñ particularmente. Sin embargo, el discurso de este grupo no cayó en soluciones facilistas que terminarían siendo irrespetuosas. La mesa criticó principalmente la falta de diversidad cultural reflejada en los artículos, algún tipo de favoritismo con algunos grupos editoriales, géneros o autores. También criticó la banalidad y tono de algunas notas, en particular las relacionadas a artes visuales o la sección de agenda. La pregunta que cerró el panel fue del público y puso de manifiesto la tendencia del debate: ¿Qué fue lo que sí les gustó de estos suplementos?
Luego de un pequeño corte se pasó al segundo panel que se enfocó en el desarrollo de tres casos de medios independientes analizados por sus fundadores cual negocio atendido por sus propios dueños.  A diferencia del panel anterior lo que predominó fue la experiencia de cada integrante. Se plantearon las fortalezas y debilidades así como también la proyección del periodismo independiente en el futuro cercano y su inevitable “institucionalización”. Moderados por Matías Rodríguez, Sebastian Hacher (indymedia argentina), Cocó Muro (Dadá Mini) y Ximena Tordini (Radio La Tribu), se preguntaron el ¿de quién? ¿para qué? y ¿por qué? de los medios independientes.
Las relaciones conflictivas con el público, con los anunciantes, con los subsidios y con los proveedores mantienen a estos medios alternativos en un constante desequilibrio, los mantienen “IN THE PENDIENTE”, como se tituló la mesa. Hacher, Muro y Tordini contaron cómo se maneja un medio donde no existe una “bajada de línea” de ningún tipo y constantemente se toman decisiones en equipo. El fin perseguido es siempre ese primer objetivo, a veces un tanto ideológico, de comunicar por sentir la necesidad de hacerlo, de contar “mi” lado de la historia.
Otro punto importante que abre una nueva serie de preguntas tiene que ver con el lugar que ocupan hoy los medios independientes. En este sentido, hay  un cambio en la apertura del campo. Grandes grupos y pequeños productores se mezclan porque tienen distintas ventajas para ofrecer y al final del día lo que importa es cumplir con un deadline. Si el gran grupo editorial necesita al pequeño medio, lo va a tomar. Así, los medios independientes de la actualidad están en los márgenes y “entran y salen” constantemente del mainstream.  De esta manera, ciertos límites se vuelven borrosos y, en el mejor de los casos, todos ganan.
Los problemas del periodismo cultural no se agotan. El conflicto es constante; los conceptos definitivos son pocos. La cultura sigue siendo una ciencia “blanda” que aunque debe ser tratada con rigor, permite discusiones, posiciones opuestas y nuevas conclusiones día a día. El periodismo, por su parte, también se encuentra en una situación en la que ninguno de sus parámetros es absolutamente fijo. En la era digital la información llega tan rápido y por tantos lugares  que la portada de un diario rara vez tiene una primicia. El dilema de hacer noticias en solo 140 caracteres, por un lado y el uso indiscriminado de la palabra, por el otro.
Ambos paneles pusieron de manifiesto solo dos de los muchos problemas que enfrenta el periodismo cultural en el siglo XXI con profesionalismo y claridad. Las preguntas siguen abiertas pero eso es solo síntoma de que, entre nuevos medios, nuevos actores y nuevos conflictos, “no está muerto quien pelea”.