jueves, 27 de octubre de 2011

Escritor escrito. Sobre “En los Márgenes” de Ignacio Molina

En los Márgenes, relatos cuasi autobiográficos del bahiense Ignacio Molina que, entre paseos a la plaza, viajes en colectivo, pañales y chupetes, se hace un lugar para anotarlo todo.

Por Micaela Ortelli

En lo que va de su carrera, Ignacio Molina –nacido en 1976– lleva publicados un libro de relatos, otro de poemas, un ensayo y una novela. Además, es periodista, corrector de estilo y, en tiempos libres y no tanto, un asiduo concurrente de las redes sociales. Molina, en pocas palabras, se la pasa escribiendo. Prueba de ello es su último libro, una –en principio– recopilación de textos publicados originalmente en el blog Unidad Funcional. Este dato resulta fundamental para entender por qué el primer encuentro con la obra resulta desconcertante: ¿Qué quiso hacer Molina? ¿Por qué escribe así?

En los Márgenes está estructurado en nueve relatos que parecieran formar un embudo. El primero –que le da nombre al libro– es una pequeña novela. Le siguen ocho textos cortos, el último de los cuales, Un padre de familia sin auto, es una cronología de recuerdos más que un cuento convencional. Profundizando un estilo que ya despuntaba en su novela Los Modos de Ganarse la Vida, Molina vuelve a construir un personaje urbano, observador meticuloso y callado. Sólo que, esta vez, ese personaje es él y la representación de esa personalidad es explícita: “-Che, Medina piensa todo el tiempo, ¿no? … -Para mí, parece que piensa todo el tiempo, pero en realidad está registrando...”. Si bien el autor define a la obra como “tramposamente autobiográfica”, el estilo que elige para narrar le juega en contra si el propósito era hacer ficción. Los textos están escritos de forma tal que el lector cree que absolutamente todo lo que se narra es cierto, salvo el nombre del protagonista. Y entonces la pregunta que surge es: ¿Para qué cambiarlo?

La primera impresión al leer es que el autor-narrador-protagonista resulta simpático (un padre joven empujando el cochecito no puede fallar), y tiene una mirada filosa sobre lo cotidiano. Octavio repara en lo invisible, en lo que normalmente pasa desapercibido: la pileta vacía, la avenida Cabildo llena de gente, los micro-movimientos de las personas... “Por la ventanilla, pude ver sus manos sobre el asiento trasero: en la izquierda sostenía un cigarrillo intacto, y con la derecha alisaba un billete de diez pesos.” Quizás lo más logrado de En los Márgenes sea precisamente eso: la sensibilidad con la que el personaje se enfrenta al otro (a la partera, al técnico de la PC, al chofer del colectivo…) y luego le da voz en el relato.
Si la lectura genera alguna incomodidad, ésta tiene que ver con que la narración es tan autorreferencial que, por momentos, el lector siente que está leyendo un diario íntimo, que está cometiendo una indiscreción. Esto tiene su razón de ser: los blogs hoy funcionan como los “diarios de escritores” del pasado. La diferencia es que, quien mantiene un blog, está pendiente de un lector inmediato; como Medina, que con su hijo recién nacido en el sanatorio, encontró excusas para salir a postear a un locutorio. Los textos de Molina en Unidad Funcional son casi apuntes, “recuerdos que se cuelan todo el tiempo por las ranuras de la vida cotidiana”, reflexiones de esas que a veces se anotan rápido en una hoja suelta (o en un margen) a riesgo de que se olviden. Más adelante, el autor decidió hacer algo con esos textos: repasó los posteos de más de cinco años atrás, tomó algunos, los contextualizó, y los insertó en una historia que es la suya pero no necesariamente ni en su totalidad, en tanto el personaje se llama Octavio Medina y no Ignacio Molina. Pero las intenciones siguen sin quedar claras: no sabemos si Molina quiso hacer ficción, autobiografía o, simplemente, experimentar.
El estilo de En los Márgenes se justifica recién cuando se deja de cuestionarlo y se empieza a disfrutar de una literatura entretenida y, por momentos, profunda (sobre todo en los relatos cortos, donde se concentran los recuerdos más densos). Cuando Molina escribe en su blog, lo hace sin exigencias literarias como la de seguir una trama o generar expectativa; de ahí se desprende que el libro tampoco busque esos efectos, y que eso desconcierte al lector habituado a la estructura introducción-nudo-desenlace.
Material narrable había de sobra: una novia embarazada, una separación, un hijo chiquito, recuerdos felices, otros dolorosos… En los Márgenes podría haber sido contado de otra manera pero, por alguna razón, el autor prefirió hacerlo así. Hacia la mitad del libro, el autor-personaje plantea una pregunta: “¿Qué es una literatura robusta? ¿Y una literatura que se mueve en los márgenes?” Y si bien a continuación afirma que nunca entiende del todo bien “ese tipo de definiciones”, nadie mejor que él para ensayar una respuesta.

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